jueves, 27 de septiembre de 2012

Capitulo 6 - Proyectos e Ideales


Proyectos e Ideales

Decíamos que a la ausencia de proyectos motivadores, de arquetipos que esencialmente se acuñan en la niñez y en la juventud, que es el momento cuando se abraza con más pasión los ideales, sobre todo de justicia y solidaridad. La ausencia de estos proyectos, de estos ideales, decíamos, permite que reine la cultura de la silicona, la cultura del tatuaje, la cultura de pintarse los cabellos de distintos colores y hacer cualquier suerte de ridiculez para llamar la atención creyendo que esto es un acto de libertad. En tanto, todos saben que son modas dictadas, (sospechamos de qué lugar del planeta). En lugar de generar personas «socialmente peligrosas», o personas con capacidad de ayudar, de colaborar, de transformar la realidad, están convirtiendo a jóvenes con actitudes borreguilmente consumistas.
Tal es la sistematización que padece nuestra civilización que hasta nos marcan estereotipos de rebeldías absurdas. El joven con cinco, diez o quince tatuajes, tiene una manera de expresión un tanto llamativa, y las mujeres con la cultura de la silicona parecen desoír los mandatos más naturales y más armónicos de su propio cuerpo. Algunos hombres tratan de parecer mujeres, otros ni una cosa ni la otra, otros tratan de ser agradables hasta el hartazgo en la presentación exterior. Es el culto a lo superfluo, a la banalidad.
Estamos convencidos que esto se produce por ausencia de ideas motivadoras, por haber perdido el norte, por haber perdido noción de cuáles son los valores importantes, lo valores esenciales, cuáles son los valores periféricos y relativos. Cada vez abundan más los programas que nos hablan del mundillo artístico, de los divorcios, los juntes y rejuntes, de los ejercicios de infidelidad, de las cirugías estéticas de algunos, etc.. Mientras simulan “entretenernos” en realidad nos distraen sobre el verdadero fin de sus objetivos y nos venden toda suerte de espejitos a través de la pantalla televisiva y de revistas especializadas en la estupidez farandulezca. Por otro lado las causas de desigualdad e injusticias se siguen profundizando indefinidamente. Nuestros jóvenes en lugar de archivar en su memoria elementos, información, conceptos éticos y valores como herramientas para poder superarse en la vida, van almacenando esta suerte de escoria informativa que, insistimos distrae e idiotiza.
El camino de la superación es un camino cuesta arriba, un camino que requiere voluntad, que requiere sacrificio, por supuesto que la recompensa bien vale este esfuerzo y muchísimos más. Lo otro es fácil de adquirir porque es sentarse e incorporarlo. Tiene que ver con una actitud displicente, una actitud chismosa, produce un pecado gravísimo que es “vivir” la vida del otro. A veces las personas que consumen demasiado los quehaceres televisivos o la vida de los artistas o de los ídolos de barro incurren en la peor de las negligencias: el vivir la vida de otro y no vivir la propia. Creemos que la vida de los otros tiene que estimularnos a ser protagonistas y dueños de nuestros propios días, de nuestras propias horas, nuestros sueños, que no pueden ser nunca ver por TV. el casamiento de una famosa, entre comillas, o de una artista, y creer que esa realidad se emparenta con la nuestra, y nos sumerge en una absurda ilusión.
Muchas veces en lugar de tomar el toro por las astas nos lanzamos a esta ilusión de querer emparentarnos con los «ricos y famosos». En tiempos anteriores se emitía una tira llamada «ricos y famosos», nombre de por si perverso. La mayoría de los que veían «ricos y famosos» eran «pobres y anónimos». Es crudo pero hay que liberarse de este flagelo y sentir la grandeza de nuestra propia individualidad y la grandeza de que nosotros podemos vivir en nuestro interior y plasmar en nuestro exterior las más grandes de las epopeyas, las más grandes de las utopías. Las podremos realizar si tenemos un poco de fe y disciplina, trabajo de por medio y con la guía rectora de la disciplina y la sana intención de concretarlo. Así cualquier desafío se nos hace posible, lo demás es el camino de la displicencia, de la distracción que nos conduce al error y la angustia.
Cuando hablábamos del sentimiento de fraternidad, de respeto y de igualdad, reflexionábamos acerca de dos argumentos para abrazar esta sana idea. Uno, y el más profundo, el más motivador es porque es una realidad que nos dignifica y nos da la conciencia de que el otro, de todas maneras, somos nosotros mismos y de que existe una vinculación indivisible con el prójimo, sea este prójimo amigo o se vista con los falsos ropajes de la “enemistad”, diríamos con los ropajes transitorios de la enemistad o del disgusto. Por imperio de la ley de atracción y repulsión tenemos que cumplir con el sentimiento de solidaridad, igualdad y fraternidad, por el sentimiento que la realidad de esto implica, basándonos en nuestra misma identidad espiritual.
A veces los hombres aprendemos un poco más a los trastabillones que por introspección y convicción. Los orientales enseñaban que la vida es como una rueda que jamás se detiene y que el poderoso, el que a veces determinaba sobre la vida de los otros estaba en la cumbre de esta rueda pero que inexorablemente esta rueda continuaba girando. Habría otro período de su vida donde estaría inexorablemente debajo, en la parte menos importante, en la parte baja de la rueda, en la parte mas débil, mas menesterosa. La enseñanza se refería a que cuando uno estaba pasando por momentos malos no debe afligirse demasiado, ya que todo es transitorio, ya que todo pasa. Con esta conciencia debemos afrontar los momentos de aflicción, de enfermedad, de soledad. Deberíamos intentar vivirlos con la mayor dignidad, con la mayor hidalguía posible teniendo conciencia de su temporalidad. Pero también cuando uno está en la parte superior de la rueda y parece que el poder le sonríe, la fortuna y también la suerte no debe ufanarse demasiado con esto porque, al igual que con el ejemplo anterior, la rueda continuará girando indefinidamente, de la tristeza a la alegría, de la pobreza a la riqueza, de la salud a la enfermedad.
En este juego de la vida vamos a ser tratados por otros como nosotros hemos tratado a nuestros semejantes. Es verdad aquello de que si sembramos viento, cosechamos tempestades. Debemos recordar, sobre todo a aquellos que hoy ostentan un poder sobre sus semejantes, que la rueda de la vida está constantemente en movimiento.
Decíamos que aquellos que por imperio de la vida conducen hoy los destinos de un país, de una provincia, o de un municipio o de cualquier ámbito tienen que hacer de este poder ni más ni menos que un ejercicio de servicio, un hecho de solidaridad cumpliendo denodadamente al máximo su deber y parte del deber que conduce esencialmente a velar por los conducidos, sin que importen las propias necesidades.
En muchas escenas fílmicas vimos la belleza y los bríos de la manada de caballos, del caballo líder, del conductor de la manada. No obstante su belleza, y sus bríos, el jefe de la manada mantiene una actitud inquieta y deambulante, para poder olfatear los vientos, para poder detectar dónde están las aguas, para poder advertir si algún incendio se aproxima o si amenaza algún peligro a los suyos. Tal vez esto es lo que lo hace bello por sobre los demás: su actitud de servicio hacia la manada, a costa de su alimentación, de su descanso, poniendo en riesgo su propia vida. Por eso es el caballo líder.
Que nuestros líderes sean un poco más perfectos o un poco más sutiles que los caballos que lideran la manada. Que hagan un ejercicio de servicio y de protección hacia el otro y no un culto narcisista hacia su propio egocentrismo. En síntesis, aquel que tiene poder tiene que utilizarlo con sabiduría y con la idea rectora del bien.
Justicialismo: Generación y Trasvasamiento
Hablando de la famosa frase del trasvasamiento generacional o de la relación generacional que existe entre los abuelos, nuestros padres y nuestra propia generación, podríamos, afirmar lo siguiente: que a nuestros abuelos les tocó conquistar el espacio físico, conquistar con crudeza el ámbito material donde poder desarrollarse, donde poder manifestarse, luchando con escasísimas herramientas, en un ámbito muy hostil.
Nuestros padres tuvieron que desarrollar este espacio físico conquistado por nuestros abuelos creando las pautas de nuestra identidad como argentinos. No creándolas, sino, tal vez, desarrollándolas ya que esto viene de generaciones anteriores, de nuestros abuelos y más aún. Por supuesto, nosotros como hijos y como generación con un fuerte compromiso con nuestra historia, es imperioso que defendamos el legado de estas generaciones, y de las generaciones anteriores para proyectar nuestra identidad más allá de los límites de nuestra frontera.
Existe una ley física que afirma que nada es estático, nada está suspendido, inanimado en el espacio, todo está marchando, todo está inmerso dentro de un proceso, dentro de un ciclo de evolución. Este ciclo de evolución se puede mejorar o aparentemente retrotraer. En síntesis no existe nada estático. Si tomamos el cuerpo físico comprobaremos que está siempre creciendo o decreciendo. Está siempre en un ciclo evolutivo. Se dice que como es arriba, es abajo, y como es en lo particular suele ser en lo general. La vida de los hombres se proyecta y en su sumatoria se transforma en la vida de los pueblos, en la vida de las naciones. Una Nación no está en un estado estático, en un estado inanimado.
Si nosotros como argentinos no decidimos marchar hacia el futuro con ideas mucho más ambiciosas, con la generación de nuestros propios recursos, con el desarrollo de nuestras propias fábricas, con nuestras propias razas de ganados, con nuestros propios cultivos, con nuestros propios desarrollos en el ámbito total y absoluto de la economía, en síntesis, sino avanzamos con un fuerte sesgo de identidad nacional nos licuaremos en las culturas que hoy pugnan por imponerse.
Esta actitud ambiciosa, aparentemente ofensiva no es ni más ni menos que un deber que como raza y que como Nación tenemos. Lo otro es resistir el ataque y la embestida de otras civilizaciones y de otras culturas que pueden llevar a hundirnos en la ciénaga de la indiferencia, puede indefectiblemente llevarnos a vislumbrar un futuro donde comenzaríamos a dejar de ser todos los días un poco, para caer así en la peor de las muertes, con más pena que gloria. No queremos este destino, por el contrario, hablábamos de nuestro compromiso que es la proyección de nuestra identidad más allá del límite de nuestra frontera.
Había una vieja frase que decía «gaviota que ve lejos vuela alto». Es decir que si nosotros no nos fijamos una meta que esté más allá de ciertas mediocridades y de ciertos límites que nos traza la cotidianidad podemos llegar a tener un destino muy triste. Tagore decía que «grandes ideales suelen estrujarse y hacerse pedazos en estrechas paredes domésticas». Es importante que nuestro entorno, nuestra familia, nuestros amigos, los vecinos no sean estas estrechas paredes domésticas que sofoquen nuestros ideales. Al contrario, tenemos que intentar que nuestros ideales o nuestras proyecciones marchen hacia un destino de grandeza y busquen una amplia sumatoria para que los ideales de argentinidad y de nacionalidad puedan concretarse en la realidad, ¿por qué lo hicieron otros y no podemos hacerlo nosotros?, ¿cuál es el principio por el cual otras razas, otros países, otros grupos pudieron plasmar en la realidad sus ambiciones y así realizarse como individuos?
En este transcurso, en el fragor por querer ser, es mejor arrepentirse de los errores y de los fracasos, pero lo peor es no tener la posibilidad de arrepentirse por no haber hecho, no tener la posibilidad de enmendar por no haber realizado, no tener la posibilidad de evocar por no haber vivido. Peor es no poder contar una historia, una aventura por no haberse atrevido a concretarlo. Este es el peor de los pecados, es el más triste de los fines, es una bofetada al espíritu humano en el concepto interior del mismo. Tenemos que atrevernos a ser. Debemos perder los miedos, tener una fuerte vocación de conquista, una fuerte vocación de ser como lo hiciera antaño el imperio romano llevando el símbolo de su águila de poder a todas las latitudes del mundo.
Evidentemente nosotros tenemos que llevar nuestros ideales, nuestros sentimientos, proyectarlos más allá de nuestras fronteras porque sino nos atrevemos a hacerlo va a suceder lo que vemos se está insinuando constantemente: que otras culturas y otros intereses comienzan a calar hondo en nuestras propias trincheras. No tenemos término medio en este sentido: o avanzamos o retrocedemos; o conquistamos o nos conquistan; o crecemos o nos hacen pedazos. Nuestra apuesta, es la apuesta del Movimiento Nacional Justicialista que le dio a esta Nación la posibilidad de ser, de crear, de conquistar y de manifestarse más allá de las fronteras de nuestro propio país. Para esto reafirmamos nuestra línea política: San Martín, Rosas, Perón. Al hablar de San Martín queremos reafirmar fundamentalmente su carácter de Padre de la Patria, así como el desapego a los cargos transitorios privilegiando su misión libertadora. Juan Manuel de Rosas evitó la disgregación, evitó que triunfe la intención de los británicos y de los franceses de que existan un montón de países pequeños y débiles. Recordemos que las más grandes batallas de la argentinidad se llevaron a cabo en el gobierno de Rosas, esta son: la batalla de, La Vuelta de Obligado, de Ituzaingó, La batalla de Caseros son las muestras de estos conceptos. Finalmente y como parte de una historia que aún espera su mejor página surge Juan Domingo Perón que por lo cercano a nuestras generaciones puede llegar a ser lo más emotivo, lo más vivido que aún perdura con inusitada vigencia en la piel de los argentinos. Esta línea política de identidad, es decir San Martín, Rosas y Perón es la que nosotros abrazamos y la que sostiene cualquier proyecto que tenga como objetivo una patria grande y un pueblo feliz.

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