jueves, 27 de septiembre de 2012

Capitula 15 - Mistica Peronista


Mistica Peronista

Queremos decir que el Peronismo estuvo cargado de acciones místicas, que el Peronismo aún hoy desafía los aparatos publicitarios, desafía ciertos cercos que algunos jefes políticos han querido instaurar. Pero el pulsar místico, el ánimo militante, el pensamiento profundo, íntimo, de Eva y del General Perón están presente siempre en los más humildes, están presentes siempre en la búsqueda incesante de una Argentina libre, justa y soberana, abrigada en el corazón de miles de Argentinos.
Ese sueño de patria grande y pueblo feliz que través de nuestros escudos y de nuestros estandartes, que a través del simple y religioso pero profundo «viva Perón» que hemos esbozado muchas veces en un grito o en un susurro es un pensamiento cargado de nuestra más genuina argentinidad.
A través de toda evocación y acción estamos generando una mística que mantiene vivo al Movimiento Nacional Justicialista, a esta acción Peronista integral y completa que va a ser la herramienta que construya la Argentina que merecemos. Creemos que las acciones místicas trascienden por supuesto a las acciones políticas y que también trascienden toda suerte de partidismo. Es así que no creemos que la mística esté presente solamente en los que tenemos devoción por el Movimiento Nacional Justicialista sino que somos conscientes que también está en toda persona que tiene en su interior la buena voluntad para realizar acciones en favor de los demás.
Tengamos siempre presente que para que una acción sea mística contendrá es sí misma un compromiso muy grande con el otro y un compromiso esencialmente muy poderoso con el bien. Si así no fuera esta acción no es mística, es una acción vulgar, es una acción que está destinada a ser aplastada en el sucio barro de la mediocridad, en el sucio lodo de los intereses personales.
Nosotros vamos a intentar y hemos intentado a través de la educación generar hábitos para que estos, luego de mucho tiempo de educación y de ejercicios, pasen a formar parte de una cultura más integral, de una cultura completa que nuestros jóvenes tienen que atesorar para poder llegar a ser gladiadores de la verdad, gladiadores de la bondad, gladiadores de la mística.
El mensaje, la clave, está en conectarse con el misticismo de los GRANDES SANTOS DE LA HUMANIDAD, de nuestros grandes patriotas para que Argentina pueda, al fin, ser el gran país que todos anhelamos.
También en otras oportunidades vemos o intuimos la presencia de la mística en la relación de amistad que ha perdurado y que perdura durante años entre un grupo de amigos. En muchísimos casos trasciende y supera pruebas a la cual la vida los somete, perdurando por sobre los inconvenientes, por sobre las incomprensiones, por sobre nuestros propios egoísmos.
Perdura el concepto, ese aire fresco de sentimientos sublimes, ese aire fresco de la amistad que nos hace soñar con un mundo mejor. Atahualpa Yupanqui decía que «un amigo es uno mismo pero con otro cuero». Con palabras tan sencillas dice cosas tan importantes y trascendentes: «un amigo es uno mismo pero con otro cuero». Si comprendemos esto, jamás podremos tener actitudes egoístas o individualistas con las personas que queremos.
Desde un momento de paz, de profunda concentración, de profunda meditación nos es fácil concebir estas ideas. Pero en la lucha cotidiana y aquí viene el desafío, se nos hace muy difícil mantener las mejores coordenadas de los pensamientos que hemos abrazado.
Estamos convencidos que allí es dónde está el desafío, que allí es dónde está la lucha, que allí es dónde nosotros tenemos que mostrar de qué estamos hechos y probar nuestra madera en los momentos malos, en los momentos de dificultad, en los momentos de angustia, en los momentos donde aparentemente estamos desorientados, en esos momentos tenemos que recurrir a ese bagaje interior, tenemos que recurrir a los grandes ideales, a la fe, al profundo hecho de concentración para sacar fuerzas y dar otro paso adelante sabiendo que la vida continua y que “todo mejorará en el futuro si hacemos un esfuerzo espiritual en el presente”.
Volvamos al concepto de que la mística tiene que ver con el dar y el ofrecer, con el darnos, con manifestar nuestros mejores pensamientos y nuestras mejores acciones. Si podemos hacer esto desde el silencio, desde la cotidianeidad, desde hechos aparentemente intrascendentes pero que estén cargados en realidad de fe y de deseos de plasmar en la realidad un mundo mejor, podemos decir que otro futuro nos aguarda, que un futuro mejor nos espera. Creemos que esto puede ser posible desde la disciplina, desde el trabajo, desde la constancia.
Siempre insistiremos con esta frase: la disciplina, el trabajo y la constancia. Nunca serán pocas las veces que lo repetiremos porque se tiene que hacer carne, se tiene que sentir, tienen que ser las premisas de nuestras vidas. La vida, sujeta a la ley de causa y efecto, tiene que ver con la disciplina, con la organización de nuestros días y con nuestras acciones desinteresadas.
Todo va a mejorar si trabajamos para que una realidad interior y una realidad más perfecta sea posible. Pero si no trabajamos, no ponemos voluntad, no ponemos disciplina, si no nos organizamos será muy difícil que esto se pueda concretar en la realidad. Recordemos a Perón cuando decía: «la organización vence al tiempo». Para que algo sea organización tiene que haber disciplina, tiene que haber sentido del orden, del progreso, tiene que haber objetivos y métodos para abrazar nuestras mejores ideas y plasmarlas a través de la disciplina en realidad. Es así «la organización vence al tiempo» y el hombre, como también decía Juan Domingo Perón «es artífice de su propio destino». Vamos a volver sobre esta frase: «que el hombre es artífice de su propio destino». No creemos en el fatalismo irrestricto. Si creemos en la capacidad del hombre de modificar y mejorar su destino, insistimos una vez más, de modificar a través de la disciplina, a través del trabajo y a través del orden. Decimos «orden» no como una acción castradora sino que decimos orden como una acción que nos permite diferenciar la pureza de la escoria, que nos permite diferenciar lo mediocre de lo sublime, lo miserable de lo trascendente.

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