jueves, 27 de septiembre de 2012

Capitulo 5 - Evita: Mística y Militancia


Evita: Mística y Militancia

Cuando trabajamos en nuestra primera publicación, “Doctrina y Militancia”, sentíamos la necesidad de expresar ciertas reflexiones. Estas consideraciones apuntan a que muchas de las cosas, muchas de las ideas y muchos de los sentimientos que hemos volcado en este libro, para nada se originaron en nuestra mente o en nuestra sola experiencia individual, sino que, de alguna manera pretende o quiere ser la voz de muchos compañeros de ruta, de muchos compañeros de camino.
Tratamos de inspirarnos con la máxima sinceridad posible en los postulados justicialistas, en el concepto movimientista que tiene nuestra doctrina; en fundamentos, obviamente doctrinarios, en el sentir y la pasión que la compañera Evita fue instalando a lo largo de toda su vida. A veces, cuando señalamos esto de “a lo largo de toda su vida”, nos referimos a los momentos particulares donde los poderosos se suelen olvidar del compromiso con los humildes. Generalmente y por denominador común cuando las personas o los mayores individuos logran un momento de poder personal o de ventura personal o de influencia política, como tuvo Evita en su momento, en lugar de transitar el árido camino del olvido de los demás, en vez de transitar el camino de la indiferencia hacia los más humildes, o simplemente de la indiferencia hacia el prójimo, hacia los compañeros de camino, Evita insuflo pasión a sus acciones solidarias, deberían recordar e imitar el ejemplo de Evita.
Evita renunció a las comodidades cuando podía tenerlas, renunció a los sentimientos tan despreciados por ella, al sentimiento y al egoísmo “oligarca” como lo llamaba, y se vuelca con el poder y a la influencia que ella ostentaba decididamente con formidable esfuerzo a la acción social. Vivía y plasmaba en cada minuto de su vida sus preferencias por los más humildes, hacia los más desposeídos. Esto que parece tan fácil, tan sencillo de explicarlo, en realidad, fue una opción de vida muy profunda, al punto tal que su pasión por los demás y por la obra de Perón y por los sentimientos de nacionalidad la consumió en vida, literalmente.
Evita lo único que pedía desde su lecho de enferma, tenemos la impresión, era más vida para poder ayudar, más oportunidades materiales para poder socorrer a los que más necesitaban. Creemos que si había un dolor que la carcomía, no era el dolor físico, material, sino el dolor, tal vez, de la conciencia por que su ausencia sería la ausencia de un proyecto más completo, un proyecto que tenía que ver totalmente con el sentimiento generoso hacia los más necesitados, que tenía que ver con una pasión inigualable como ser apenas un puñadito de arena en la doctrina de Perón, en el sueño revolucionario de su esposo y conductor.
A veces, escuchamos decir que la ayuda social se tiene que planificar, que tiene que llegar de manera escalonada, tiene que llegar metódicamente. Mientras se planifica, mientras los ratones de biblioteca planean cómo ayudar, el hambre azota, la necesidad no sabe de esperas, sólo tiene un aquí y un ahora rotundo, que carcome justamente al que necesita. Para comprenderlo tendríamos que haber pasado por esa experiencia de necesitar o esperar que “en punto” abran los despachos oficiales de ayuda social y que “en punto” también se cierren sin que nos hayan escuchado.
Evita no toleraba semejante insensibilidad. La ayuda tenía que llegar para ayer y el necesitado tenía en el alma de ella el concepto real que debe tener y que muy pocas veces es reconocido, que es justamente una necesidad que tiene que ser prontamente solucionada.
Insistimos: existió en esos años del ‘45 al ‘52 un proyecto que con la desaparición física de Evita se vio de alguna manera perjudicado pero que continuó en la proyección espiritual.
Volviendo al tema, la ayuda social, la sensibilidad social, el sentir al otro como un hermano estaba presente en todas las obras de la fundación que Eva Perón llevaba adelante, y que la relacionaban con los compañeros en cada instante de su trabajo.
Existe una vieja máxima que, consideramos, es una gran verdad espiritual: que la «la acción es superior a la inacción». En esto, el testimonio de la vida de Eva Duarte de Perón está por demás a las claras: «la acción es superior a la inacción». Implica esto que el gran problema del hombre, a veces, es cómo lleva a plasmar en la realidad las cosas que puede pergeñar en la tranquilidad de su hogar o con el estómago lleno o desde la actitud relajada de no tener el compromiso de construir en la cruda realidad sus pensamientos.
«La acción es superior a la inacción». En esto el peronismo dio cátedras. El peronismo no se conformó con esbozar proyectos, ni con ser tristes pusilánimes revolucionarios de café, sino que más bien basó su acción y pensamiento en la idea que la doctrina concreta y real era aquella que se podía aplicar. No solo se tenía una actitud, se era peronista de verdad, porque la ayuda llegaba a destino, se era peronista porque se compartía con el más necesitado las acciones que tenían que compartirse.
Juan Domingo Perón era justicialista porque la doctrina de su acción de gobierno priorizaba la justicia social y porque tenía un compromiso ineludible con los más carecientes, con los que menos tenían y además tenía un compromiso irrenunciable con la Patria y con un destino de grandeza. Tal era su proyecto y compromiso.
No podemos concebir nuestra Nación desde la resignación. Decíamos en oraciones anteriores que no podíamos tener decisiones políticas soberanas si tenemos dependencia económica. Vimos en los últimos años que existen una serie de países latinoamericanos, otros asiáticos, que tienen una fuerte dependencia económica de los países desarrollados. Esto implica que mientras esta dependencia económica sea tan contundente, tan marcada, será difícil que estos países puedan tener, o podamos nosotros también tener independencia política, en cuanto a nuestras decisiones, porque las decisiones políticas están subordinadas a intereses económicos que tenemos con el extranjero. Entonces el verbo de independencia pasa hoy por una liberación económica.
Para tener liberación económica necesitamos liberarnos de conceptos, una liberación de ideales, un rumbo marcado por una fuerte identidad nacional, hablando en términos caseros: “tenemos que querer ser alguien”.
Si nosotros no queremos ser, renunciamos, dejamos de lado este don tan maravilloso que nos da la vida que es el ser protagonistas, que es vivir nuestra propia vida. Aquí se pone de manifiesto el concepto de vivir. Vivir, no es simplemente como dice la canción “ver transcurrir el tiempo”, ni respirar lacónicamente, ni trasladar la osamenta de un lugar geográfico a otro. Tampoco lo es ver para no mirar, ni oír para no escuchar. Vivir requiere un compromiso con las cosas que están relacionadas con el más allá, relacionadas con el compromiso de ser útil y de brindarnos a los demás, pero, ¿por qué brindarnos a los demás?, ¿alguien se preguntó, por qué este sentimiento de fraternidad, de solidaridad? Tal vez la mejor definición de quién es nuestro amigo o nuestro semejante, es la que dio Atahualpa Yupanqui cuando dice que: “un amigo es uno mismo con otro cuero”.
El concepto de fraternidad surge de la convicción de que existe un ser supremo, único, llamado Dios, o cómo lo denominen las distintas creencias religiosas. Los demás somos emanaciones de ese poder central y lo que nos hermana no es ni más ni menos que la misma identidad espiritual, el mismo origen, el mismo transcurrir, las mismas incertidumbres y por supuesto el mismo destino que es esencialmente espiritual.
Todo esto, lo que padecemos y lo que sufrimos y que nos parece tan real, es decir la vida cotidiana, no es más que una noche oscura, una ilusión, un sueño. Pero esos sueños nos parecen casi una pesadilla, los vivimos y padecemos constantemente todos y cada uno de los días y nos obliga a dar la mejor de nuestras batallas. Acá en la tierra, tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos. Aquí, en este camino, en esta noche oscura, pero que en realidad está llena de luz, no está más allá de una identidad corpórea, de una identidad física de 70 años promedio. Fuimos antes, somos ahora y seremos inexorablemente en el futuro.
Esto es muy difícil de vivirlo y de poder comulgarlo con las necesidades de llevar el mango a casa, con la necesidad de pagar el gas, la luz o de tratar de que no nos choquen el auto para llegar puntualmente al trabajo. Pero la vida se trata de eso, de conjugar lo interior, lo mejor que tenemos, lo más filosófico hasta si se quiere el renglón más poético y más romántico que podamos tener con la crudeza de vernos obligados a defendernos. De lo contrario corremos el riesgo que nos extingan, que nos avasallen al menos corpóreamente. Caso contrario algo de nosotros está a merced “de no sé quién” y podemos no cumplir con el deber del aquí y ahora, por más material que parezca. Tiene una connotación con aquello de la eternidad, con aquello de lo que seremos en el futuro espiritualmente y de develar justamente esto. Esa sea tal vez la clave de un futuro mejor. Pero “cuando uno está en el barro”, la acción es superior a la inacción, porque la crudeza de aplicar a la realidad y de llevar adelante nuestros ideales en la cotidianeidad de las horas y de los días, de los famosos pares opuestos, del frío, del calor, de la alegría, o la tristeza, de la noche y del día para tratar de ser los mismos al margen de estos pares de opuestos, es un desafío trascendente.
Evita sentía de una manera cuando no tenía nada y miraba a los más humildes. Cuando tuvo el máximo poder, tal vez uno de los máximos poderes que un hombre puede tener en la tierra que es el manejo de un país y sus medios materiales, siguió siendo coherente y siguió viendo a los necesitados, a sus hermanos, de la misma manera que cuando nada tenía.
Este es el valor espiritual de Evita y este es el mensaje que todo justicialista debe tener en su corazón, bajo el sabio orden de la doctrina que Perón dejó para la posteridad.
Nosotros, como bien decían muchos sabios peronistas, no tenemos que inventar ni actualizar nada. Doctrinariamente, tenemos que evocar los principios de nuestra doctrina, porque nuestra doctrina está plagada de verdad y si es verdad por sí misma se puede aplicar a todo tiempo, lugar y espacio. Si esto no fuera así, es porque alguna falla tenemos en la aplicación o en la interpretación de nuestra doctrina. Tenemos la cercanía de la presencia y el pensamiento vivo de Perón y Evita, que aún puede respirarse en casi todas las latitudes de nuestro país. Cuando hablamos de cultura hicimos referencia a que el peronismo realizó una cultura en la acción, del compromiso aplicado a obras concretas y no como otras seudas revoluciones o seudos movimientos políticos que nacen para desperezar del aburrimiento a algunos mediocres, y que intenta despuntar el vicio para prestarse a un bálsamo de una conciencia que no está demasiado clara.
Empecemos a limpiar de culpas o de molestias nuestra conciencia. Tal como decía la madre Teresa de Calcuta “Dar hasta que duela”. Lo demás no sirve, lo demás alcanza apenas el rango de paliativo.
Lo que el pueblo argentino busca y desea es seguir adelante y concretar en la realidad la revolución nacional Justicialista planteada por Perón. Esto es más que un concepto, es casi la razón de ser del Justicialismo. El Peronismo con intrínseca vocación de poder se vuelve vigoroso en la acción, y su destino es “ser lo que deba ser”.
Peronismo: Vigencia y Desafío
Los peronistas podemos en la práctica hacer las cosas mejor que nuestros adversarios. La solución del destino del país está en una Argentina fuerte, una Argentina grande como soñó San Martín, la que Rosas evitó que se disgregue, y a la que le forjó una identidad, a la que Perón fortaleció incorporando al pueblo a la vida social y política y levantando tres banderas irrenunciables para una Nación que se digne de tal.
Cuando hablamos de la actualización doctrinaria cabe preguntarse ¿qué es la actualización doctrinaria?, ¿tendrá sentido si el mundo cambió? Nosotros pensamos que lo que cambió de la realidad social es el ropaje exterior, la modalidad de presentación de las necesidades del hombre. Pero seguimos padeciendo las mismas angustias, las mismas injusticias, son los mismos desposeídos, las mismas arbitrariedades, y las mismas verdades.
Insistimos, es la misma lucha del hombre, por superarse, por encontrar el sentido al más allá. Vemos que tal vez cambiaron algunas formas, pero que la lucha intestina del hombre por superarse es la misma con el agravante de que algunos poderosos ponen sus prioridades lejos de dicha realidad.
Si alguien nos preguntara ¿cuál es el objetivo del hombre en la actualidad?, responderíamos que no creemos que el objetivo del hombre sea solamente aumentar los salarios, si bien esto es una necesidad inmediata y tenemos que luchar denodadamente para que así suceda, para que todos los hombres, sobre todo los que menos tienen, obtengan un mayor ingreso. Esto tiene que ver solo con nuestra identidad corpórea y con nuestra cultura de tiempo y espacio que, si bien es necesaria porque implicaría mejor educación para nuestros hijos, mejores medios para vivir, todo esto forma parte de lo “relativo”. No hace a lo esencial. Lo esencial es trascender los elementos que nos limiten y el primer elemento que nos limita es el cuerpo físico en cuanto está sujeto al paso del tiempo y a la imposibilidad de trasladarse en el espacio que lo oprime.
La idea fundamental es atacar nuestras mediocridades, nuestro egoísmo, nuestra casi pueril forma de valorar las cosas. Sobre todo nuestro pueril sentimiento, ese estar aferrado a las cosas que a veces desde las alturas filosóficas nos parecen tan ridículas pero que luego, cuando vuelve a salir el sol y nos sumergimos en la cotidianeidad, nos parecen de fundamental importancia. Por eso damos mucho valor a esto de que la acción es superior a la inacción. Porque desde la reflexión y desde la comunidad comenzamos a comprender lo pueril de algunas de las luchas que damos. Pero, insistimos, al otro día, al amanecer, vuelve a salir el sol.
Con esto de la cotidianeidad, con esto de los empujones y de la competencia demasiado cruel es como se nos empieza a olvidar el por qué y el para qué del sentido de nuestra vida. Entramos en un fragor, en una lucha donde somos igual que niños que se toman a golpe de puño por una bolita que sale centavos y que luego distraídamente la pierden o simplemente la abandonan. Los hombres somos un poco así. A veces competimos. Basta ver el tránsito en la autopista, los lugares de estacionamiento o esa locura de ver quién llega primero a cualquier lugar. Parece una ficción pero ocurre.
Estamos más acá de esas conductas pero sin duda, la batalla es tratar de cada vez más enfocar la mente en las cosas que son sustanciales, dejando de lado todos los sentimientos que son pueriles. Por esto, a veces, el torpe suele vehementemente gritar o refugiarse en la violencia porque al adolecer de verdad, creé infantilmente que empujando al otro puede motivarse. En realidad lo que estamos haciendo es entrar en un callejón sin salida. Distinto es cuando nos asiste la verdad, cuando nos asisten los buenos sentimientos, la calma y la seguridad. A veces un sólo susurro o el gesto cargado de armonía es mucho más profundo, mucho más movilizador y estimulante que las alteraciones violentas.
En esto el Peronismo supo transitar por momentos de gloria. También los enemigos de la Nación quisieron marcar o quisieron herir de muerte al Peronismo, ¿cómo?, destruyendo estatuas, quemando libros, rompiendo fábricas, impidiendo que se nombre a Perón o a Evita, o hasta prohibiendo el término “Compañero” etc. Perón en su libro “La fuerza es el derecho de las bestias”, expresa con mayor claridad que nosotros cuando hablábamos del grito estentóreo o del hecho violento. Cuando asiste la verdad a un individuo o a un grupo social o a un movimiento político como lo es el Peronismo, este resulta indetenible. Que sirva como ejemplo nuestro caso: 17 años de persecuciones y de prohibiciones sirvieron para acrecentar y potenciar más nuestra identidad como Justicialistas, sirvieron para fomentar más aquello de Evita “Volveré y seré millones”. El peronismo adquirió tal vigor que se convirtió en una realidad impensada, casi un azote para los gorilas del ‘55.
Vemos aquí la importancia del Peronismo de poder tutearse con el hecho doméstico, con el hecho cotidiano y abrazar también el ejercicio trascendente casi con el mismo tono de voz, casi con la misma tranquilidad de espíritu, porque lo que nos asiste no es ni más ni menos que la verdad. Lo que más nos joroba de la realidad es la estupidez de los dirigentes o de algún sector de dirigentes del Peronismo que se recluyen en ideas liberales y casi estúpidamente hacen caso a los estereotipos falsos que crean los medios masivos de difusión y temen contestar y hablar con nuestra propia realidad, y verdad.
Si nosotros somos católicos y pensamos que no debemos tener relaciones sexuales extra matrimoniales digámosla porque de lo contrario nos convertimos en unos farsantes. No vayamos a misa, no detentemos un crucifijo, no juguemos con el nombre de Jesús, o de Dios. Seamos una u otra cosa, pero no caigamos en abrazar las apariencias y no vivir del hecho interior y del hecho real.
Si somos justicialistas actuemos como justicialistas, salgamos con nuestra doctrina, salgamos con nuestros pensamientos, salgamos a dar la inevitable batalla. Si abrazamos la fe católica, digamos nuestros sentimientos. No actuemos equivocadamente. Digamos y defendamos lo que somos. No tengamos miedo de ser. No actuemos hipócritamente sin darle el valor que tiene el hecho esencial de ser lo que uno es.
El hecho esencial es vivir de una manera acorde a lo que marca nuestra ética.
Si nosotros tenemos una posición con respecto al aborto digámosla. Que no nos importe si nos consideran equivocados o retrógrados. Al contrario, cuando uno está convencido de una verdad, con respeto, con moderación y con un margen de respeto hacia pensamientos distintos, tenemos que decirlo, manifestarlo, compartirlo. Hasta que en nuestro interior no se demuestre lo contrario, debemos insistir en nuestro pensamiento íntimo y sincero.
Hay una expresión que dice: “Que el escritor cuando se sienta a escribir trata de decir cosas que agraden o que caigan bien o que llamen la atención al supuesto lector, al supuesto hombre que leerá sus textos”. Almafuerte decía que esto no servía. Hacemos referencia también a un filósofo chino, quien afirmaba: “escribe sobre tu verdad, habla sobre la sinceridad de tu sentimiento más profundo, pero la verdad, porque esto es lo que al hombre y a la posteridad le va a servir”. Por eso es que Almafuerte siendo un católico ejemplar, en un momento de crisis de su existencia, en referencia a Jesús le dice: “grande como hombre, pequeño como Dios”. No era un acto de herejía en boca de Almafuerte sino tal vez era un acto de esa sinceridad, de esa crudeza que da la convicción para decir: “hoy siento esto” y lo digo así.
Porque parte de mi verdad o de mi miseria, en otro momento puede ser verdad o ser mentira. Lo que somos tenemos que decirlo. Esto no es estar reñido con la disciplina, ni con el sentimiento de superación, todo lo contrario. Lo expresamos para saber que tenemos este sentimiento. A partir de la conciencia lo vamos a superar si cabe superarlo, lo vamos a mejorar si cabe mejorarlo.
Hacíamos mención a aquella máxima de Juan Domingo Perón de que “ningún individuo se realiza en una comunidad que no se realiza”. Obviamente es una alusión directa a que no solamente ninguna persona sino ningún grupo social se realiza en un país que no se realiza. Para que un país esté realizado, requiere identidad nacional, requiere de un perfil propio. Requiere también superar los problemas de fondo y los problemas de su coyuntura, de sus coordenadas políticas. En un momento decíamos que en los momentos de la independencia, allá por el 1800 parecería ser que la lucha tenía que ver con el ámbito territorial, con la tierra propiamente dicha. Si bien detrás de esta identidad territorial existe una idea de Nación que trasciende lo material, la lucha parecía que se enmarcaba en las disputas territoriales, en no permitir que naveguen nuestros ríos etc.. Hoy la coyuntura pasa por la independencia económica. Ésta independencia económica, aunque parecería dispar y no correspondiente, tiene que ver con nuestro propio acerbo cultural y con nuestro propio sentido de identidad. Hay algo que nosotros tenemos que decir: “No estamos de acuerdo en la abolición de nuestra moneda. Lo diga quién lo diga”, porque la abolición de nuestro concepto de moneda es un paso más hacia la entrega. El día de mañana nos van a decir ¿para qué queremos el escudo, para qué queremos la bandera, para qué queremos nuestro himno? Entonces continuamos transitando el árido camino del desarraigo, vamos imitando otras culturas y en la imitación está el fracaso: la imitación es el ataque a la creatividad, la imitación es una bofetada al desafío de protagonizar. No tiene nada que ver con ver los ejemplos de voluntad, de superación y de creatividad.
Los Símbolos
Hablábamos acerca de si teníamos o no que actualizar nuestra doctrina y en qué medida habían cambiado las necesidades de la humanidad. Decíamos que simplemente lo que cambiaba era el ropaje de presentación de estas necesidades y que en esencia eran las mismas, como también las soluciones. Con esto recordamos los tres clásicos fundamentos y postulados políticos de nuestro movimiento, el Movimiento Nacional Justicialista: esto es la soberanía política, la independencia económica y la justicia social. Cabe preguntarnos: ¿pasó de moda? O, ¿hay que actualizarlo?, ¿es impropio?. Respondemos que al contrario, decimos que nunca más a tono, nunca más a medida, nunca más importante pugnar a favor de nuestra soberanía política, nuestra independencia económica y nuestra justicia social.
También vamos a tocar el tema de que existen falsos profetas y falsos conceptos como falsos desafíos. Creemos que los medios masivos de comunicación nos han creado falsas expectativas. Si bien a nuestras necesidades materiales tenemos que, de alguna manera, atenderlas, satisfacerlas, pero solo en una proporción, la necesaria para vivir con dignidad. A veces el error está en la desmesura de nuestras ambiciones. Cuando todo se trasunta en una necesidad de “salvarnos” materialmente, cuando todo se resume en apostar solo al beneficio material a modo de status social (y quien no alcanza ese logro material es considerado poco menos que un fracasado) la sociedad le da rotundamente la espalda a la posibilidad de trascender y de mejorar su propia naturaleza. Tiene esto que ver con los perfiles que los grandes medios de comunicación y sus falsos estereotipos promueven, más el ataque sistemático a nuestra esencia espiritual, a la esencia de hombre y también a nuestra esencia como entidad política.
No es casual que el Movimiento Justicialista fuese atacado por los medios masivos de difusión. Desde su prédica se intentó dejar establecido que en la segunda presidencia de Perón los Justicialistas bastardearon templos Católicos y quemaron banderas argentinas. A nadie escapa que durante la historia peronista y en los actos del Peronismo a lo largo de más de 50 años de vida política han abundado, han redundado y han plagado todos los rincones del país con la bandera y el escudo nacional. Cuando vemos un acto de nuestros adversarios, observamos que en sus encuentros abundan el blanco y el rojo de sus colores, de los colores Radicales o la bandera roja del Partido Comunista o de otras agrupaciones políticas. En cambio el color del Peronismo no es ni más ni menos que los colores de nuestra bandera y el escudo nacional, conjuntamente con nuestros gloriosos emblemas Peronistas también surcados por los colores patrios. La atribución de la quema de la bandera nacional fueron operatorias del servicio de inteligencia norteamericana, de la CIA, propagandas pergeñadas, como las supuestas riñas, quema de iglesias, etc..
La doctrina de nuestro Movimiento Nacional Justicialista afirma que somos un movimiento Nacional-Popular-Humanista y Cristiano, ¿cómo vamos a atacar o ir en contra de lo que Perón y Evita protagonizaron y llevaron a la práctica?. Viendo series antiguas como Misión Imposible, es muy frecuente ver cómo ellos, los norteamericanos, manejan operatorias de prensa y se inmiscuyen en los asuntos de otros países haciendo alarde de un autoritarismo que les es propio.
Debemos enriquecer y mantener, ser coherentes y conocer cuál es nuestro propio acervo cultural. Es muy sencillo, la obra es mirarnos hacia nosotros mismos y tratar de escapar de las funestas influencias de los medios de comunicación que crean ídolos de barro, falsos profetas y estereotipos de lo light, que terminan siendo soberanos de la frustración, nunca comprometidos con una realidad política, nunca comprometidos con una meta espiritual, nunca comprometidos con el semejante.
En síntesis hacen de serviles vocacionales y lacayos gratuitos. No queremos esto para nuestros jóvenes, no queremos este modo de vida para nuestros hermanos, no lo queremos esencialmente para nosotros mismos. Queremos ser protagonistas de nuestro tiempo, protagonistas de nuestra historia. Buscamos sentirnos profundamente militantes peronistas porque tenemos la mejor de nuestras doctrinas. Tenemos conciencia que el Movimiento Nacional Justicialista es la llave para la liberación nacional y la felicidad del pueblo.

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