jueves, 27 de septiembre de 2012

Capitulo 2 -


Información:........................27
Educación:..........................29
Cultura:...............................32
Información
Vamos a intentar definir las diferencias que, consideramos existen, entre información, educación, y cultura. La información se puede explicar a simple vista, es el hecho, tal vez, más superfluo de la educación, porque tiene que ver con aquellos datos que podemos obtener a través de libros o de testimonios que nos son transmitidos, en la actualidad a través de la informática, las enciclopedias etc., etc. La información sin una direccionalidad es un hecho de por sí relativamente superfluo. Puede ser utilizado para el bien o para el mal, correcta o incorrectamente. Porque la información por sí misma no es más que eso, “información”, es decir, tener el “conocimiento” de cuál es la capital, o la geografía de un país o la composición física del espacio sideral. Intentando decir algo más profundo, por ejemplo, tener los conocimientos médicos para sanar a un enfermo... Ahora bien, ¿tenemos la educación y la cultura que nos permite saber porqué lo hacemos, si debemos hacerlo estrictamente para ganar dinero o porque constituye nuestra obligación? Es ahí donde se manifiesta la intencionalidad del hecho cultural, y es esa intencionalidad la que nosotros queremos reflejar. La información le permite a un médico saber cómo sanar a un paciente, pero los reflejos humanítarios los mama en la cotidianidad fraternal con que se entregue a sus iguales.
Pero es la educación quien debe dar las pautas de la intencionalidad, quien debe insistir a través de una serie de métodos para que ésta, de la mano de la formación y de la mano de la ética se convierta en cultura. Es decir que la educación es una serie de ejercicios, de actividades que van grabando en el individuo pautas de conducta. Cuando estas pautas de conductas están grabadas en la memoria subconsciente del individuo, de una colectividad, de un grupo étnico, o de un pueblo se convierte en cultura.
De manera que cultura es el conjunto de todos lo hábitos, de todos los actos reflejos, de todos los pensamientos conscientes y subconscientes que un individuo, un pueblo, un grupo étnico pueda llegar a tener. Reiterando, decimos que: “cultura, comprende desde el hábito alimenticio, la forma de relacionarnos con los demás, el aprovechar gozosamente nuestro tiempo libre, sumado a las conductas grupales, desde la simple complejidad de asistir a un estadio de fútbol, o ascender a un colectivo hasta la búsqueda de la trascendencia del hombre como entidad espiritual. Inclusive tiene que ver con una carga genética que traemos incorporada desde nuestro nacimiento, herencia de nuestros mayores”.
En síntesis, lo cultural todo lo abarca y no tiene que ver solamente con la erudición libresca ni tiene que ver solo con hechos que son de por sí relativamente importantes.
El hecho cultural va más allá de las pautas temporales, de las pautas de educación y mucho más aún, de la información.
Para expresar ejemplos más concretos es atinente observar la vida de ciertos pueblos, observar por ejemplo, cómo viven y trasmiten sus ceremonias religiosas, cómo pueden reconocer en esos hechos la transmisión cultural a través de las sucesivas generaciones que fueron nutriendo sus costumbres y a las que viven y recrean como algo propio, como algo que les pertenece.
En el altiplano por ejemplo, los jujeños, los bolivianos, celebran el carnaval de una manera muy distinta a como lo “festejan” en Río de Janeiro. Son pautas culturales diferentes. A unos les significa oriundamente una ceremonia casi religiosa, con connotaciones con “el más allá”, mientras que para el otro, y debido a la imperante sociedad de consumo se convierte prácticamente en un espectáculo que tiene más que ver con el divertimiento y con el aspecto comercial que con un hecho religioso o ceremonial. Por lo tanto: “cultura es el hecho concreto, total y abarcativo de los hábitos, usos y costumbres y la herencia genética que un individuo, un pueblo, o un grupo étnico posee”.
Educación
La educación tendría que estar al servicio de la cultura. Esto implica que para que la educación cumpla realmente con su función tiene que estar regida por pautas morales, con el por qué y el para qué acciona un individuo. Debería estar regida con la intencionalidad. Acá deviene esto que decíamos del ejercicio meramente informativo, «que me informa» cómo desarrollar tal o cuál cosa, cómo llegar a tal localidad, o conocer nuestra genealogía. Más aún, es algo que tiene más que ver con el intelecto, con la parte material del hecho cultural, de la comunicación y que carece de intencionalidad, carece del espíritu del porqué y él para qué.
Podemos decir que una persona puede estar muy bien informada, y no obstante no ser culta porque no sabe por qué o para qué tiene que usar esa información. No tiene conciencia del sentimiento grupal, no está inserto en una empresa cargada de ideales, carece de una intencionalidad sublime, de una intencionalidad altruista. Por esto consideramos que puede estar muy bien informada y no obstante ser culturalmente vacía, incompleta e imperfecta, hasta tonta y pueril.
La educación tiene que ser la herramienta de la cultura. A través de la educación tenemos que cimentar y completar aquellos hábitos positivos, aquellas conductas altruistas, fraternales que hemos heredado de nuestros mayores. Es por ésta razón que en otros trabajos, en otras conversaciones, hemos afirmado la importancia de comulgar con nuestros mayores, de comulgar con nuestras tradiciones. Acá esta el tema. Nosotros, por tradición comprendemos un hecho esencialmente cultural que trasciende lo informativo. A veces, la educación suele estar más a tono con la información que con el hecho cultural. Volvamos a explicarlo.
El hecho de educar una persona puede estar guiado a señalar, a apuntalar y a acrecentar los valores culturales. Por el contrario, también puede estar guiado y dirigido hacia eventos simplemente informativos. Podríamos decir que la educación es correcta completa y adecuada cuando apunta al hecho cultural, cuando revive nuestras costumbres y tradiciones y las proyecta hacia el futuro, hacia el bien común y hacia las cosas positivas. También en contrapartida podemos decir que la educación es incompleta, incorrecta, e inadecuada, cuando se detiene en el hecho informativo, cuando se detiene en el hecho superfluo que si bien nos sirve, si bien debemos saberlo, o conocerlo, es posterior, es relativo, no es de por sí trascendente si es que no tenemos la intencionalidad.
Anteriormente hemos dicho que en nuestras universidades se reciben muchos jóvenes que una vez graduados, brindan este conocimiento al mejor postor. Si bien reconocemos la profunda crisis laboral que atraviesa nuestro país, también quiere decir esto que hemos educado informando y no hemos, formado educando, no hemos educado culturalmente. Para nosotros la educación debe estar bajo el sabio yugo de la cultura que implica el imperativo que nuestro pueblo tiene que sobrevivir en el más completo y extenso sentido del término. Para que nuestro pueblo sobreviva, tiene que haber un respeto a nuestras tradiciones, un respeto a aquellas pautas de acciones culturales, a nuestra música, a nuestra lengua, a nuestros hábitos para poder así vernos de cara a la identidad. ¿Qué es la identidad sino el tener conciencia de nuestra cultura para poder acrecentarla, pulirla y mejorarla? Para lograrlo necesitamos que la educación esté subordinada al hecho cultural que es completo, abarcativo, que tiene que ver con la religión, la filosofía, y la tradición, con acciones destinadas hacia el bien común, proyectadas más allá del egoísmo que puedan tener las coordenadas del tiempo y del espacio.
Lo otro, lo informativo, tiene que ver con lo material, con el ganar y perder, con lo que “me conviene saber”. Es muy común decir sigamos tal o cual carrera porque tiene salida laboral. Sin duda debemos poner los pies sobre la tierra y pensar a futuro. De lo contrario, sin una salida laboral nos vamos a ver en un brete muy difícil de sortear. Pero también ¿qué ocurre con la manifestación espiritual, con la realización espiritual?, ¿qué hay de la vocación de servicio? y ¿qué pasa con los grandes desafíos de la humanidad? Si de pronto tenemos vocación por cualquiera de las artes, la poesía, la composición musical, o para escuchar a los demás, estas vocaciones no otorgan una salida laboral. Y ¿qué hacemos?, ¿nos dedicamos a fabricar enchufes?, de ese modo quizá tengamos trabajo, y podamos tal vez llevar algo de dinero a nuestra casa. También, posiblemente, esto no nos dé felicidad.
Es innegable que lo material lo necesitamos para vivir. Esto que indicamos no significa criticar desde una posición más o menos cómoda lo que todos hacemos a diario, es decir buscar y llevar el sustento a nuestra casa para subsistir. Pero no podemos manejar las pautas culturales por conveniencia, porque entonces no sería cultura, sería anticultura. No podemos decir que estas carreras van a tener salida laboral, no podemos acoplar el destino de los pueblos a aquello que nos parezca más propio para el beneficio material porque ejerceríamos la anticultura. Es por esto tal vez que la humanidad y nuestros pueblos en alguna ocasiones padezcan ciertas incertidumbres y sufran algunos problemas porque pretendemos elegir desde la conveniencia y la “seguridad” de lo material y no desde la realización o desde los ideales.
Fijémonos que el hecho cultural tiene que abrazar utopías, tiene que anhelar la mirada más profunda y perfecta porque si desde la cultura nos planteamos de qué vamos a vivir es porque estamos haciendo apología de la anticultura, estamos enseñando “que es lo que nos conviene”, estamos enseñando pragmatismo, utilitarismo que poco tiene que ver con la realización de los pueblos, y mucho menos con la fraternidad, con la nacionalidad, con la argentinidad y con los valores más sublimes de la humanidad.
Correspondería preguntarnos: ¿conviene estudiar?, ¿conviene «pulirnos»?, ¿conviene dedicar tiempo al espíritu?, ¿conviene realizar hechos altruistas?. Desde la mezquina mirada de la información es muy difícil contestarnos. Diríamos que no. Entonces, ¿qué nos conviene?, ¿acrecentar bienes y dejar todo aquello que es importante y sublime de lado? Si hacemos esa elección creemos que vamos a tener un destino miserable.
Cultura
Es imperioso apuntalar los hechos culturales que tienen más que ver con un ejercicio completo del desarrollo del individuo, con valores reales como la ética y la moral como valores sublimes del espíritu. En cuanto a la educación, si está anclada al servicio del individualismo y sólo se orienta a darnos elementos para poder subsistir económicamente y pone el acento en lo material y en el utilitarismo, su destino es el quiebre, el fracaso como modelo de vida social que no esta sostenido por el principio básico de la solidaridad. Vemos cómo unos resaltan por sobre otros y como buscamos diferenciarnos de los demás. Creemos que en muchos casos, en nuestra sociedad, la educación es negativa porque no apunta al hecho cultural sino al hecho informativo, apunta al egoísmo, apunta solapadamente a tomar una actitud egoísta “me salvo yo y nadie más”, “de los demás después veremos”, colocando de una manera superlativa el YO y despreciando “el todo”, “el nosotros”, “el ser plural”.
Por esto debemos hacer un viraje muy grande respecto de los criterios de educación y dirigir dichos criterios al servicio de la argentinidad, de la cultura. Es que aún en muchos estadios de la vida social Argentina, las personas continúan reflejando esa vieja antinomia, propia de nuestro país entre unitarios y federales. Podríamos afirmar que los que «mayor educación» tuvieron en este período de nuestra historia fueron los unitarios quienes se educaron teniendo como modelos óptimos a Inglaterra, Francia, a Europa en general, despreciando al dueño de la tierra, al aborigen, al mulato, despreciando también, por supuesto, al gaucho, y a todos aquellos que estaban construyendo ni más ni menos que la argentinidad, es decir, nuestra identidad. Un cabal ejemplo de lo dicho es Domingo Faustino Sarmiento, quien en cuanto a su pujanza, su voluntad, a su realización personal nos resulta respetable, pero en cuanto a sus ideales políticos, a su prédica que jerarquizaba otras culturas por sobre la nuestra, su explícito desprecio por el ser Argentino y su soberanía territorial nos obliga a estar en total desacuerdo con su acción y postulados.
Sí, en cambio, estamos en comunión con los ideales de Don Juan Manuel de Rosas, de Facundo Quiroga, del Chacho Peñalosa y de todos los caudillos que sí tenían cultura. Podemos citar un ejemplo práctico: Domingo Faustino Sarmiento tenía mucha “educación”, Julio Argentino Roca tenía “educación” pero ambos no tenían cultura. Cabe preguntarnos si era importante que tuvieran «educación». Reflexionamos y nos interrogamos si no es acaso la educación una herramienta eficacísima que utilizan los países poderosos para ejercer un fácil dominio sobre aquellos países más débiles y subvertir a través de la “educación” los valores genuinos de su cultura, de su Nación, y de ese modo carcomerle la sana rebeldía que suelen alentar sus jóvenes. El hecho cultural completo y abarcativo, implica guiar, conducir y afianzar el liderazgo que los jóvenes suelen tener, sus ganas de que reine la justicia, sus deseos de romper con pautas que separan a unos de otros, esa pujanza que drenan por querer abrazar ideales.
A veces desde algunas escuelas que ejercitan un criterio utilitarista y material en vez de fomentar y fortalecer esa búsqueda de la identidad, de los grandes ideales, limitan a sus jóvenes, aniquilan su búsqueda de justicia o como comúnmente se dice, los “castran”.
Muchos de nuestros caudillos no tenían educación europea, a Dios gracias, y sí tenían cultura nacional, cultura Argentina. Sentían la tradición y tenían conciencia de lo propio. La cultura tiene mucho que ver con la sabiduría, con lo que uno siente acorde a la manifestación de su interior y del espíritu. Por esa razón es que los caudillos sentían al paisano y al aborigen como a un hermano. No ocurría igual con aquellos que se habían educado de manera europeizada, a la Francesa, o a la Inglesa, ya que su actitud para con el aborigen, y con el propio gaucho fue despectiva. Lo consideraban seres de clase inferior a los que debían dominar, aplastarlos, utilizarlos en aquellos trabajos donde se requería de un gran esfuerzo físico como la construcción de ferrocarriles, las minas de carbón o minerales para terminar reduciéndolo a una condición de servidumbre, casi de esclavitud.
Para redondear decimos que este es uno de los ejemplos más claros donde se demuestra la diferencia entre educación y cultura.
Ahora bien, a la educación debemos darle parámetros de cultura, de trascendencia, parámetros de verdadera religión que enaltezca las actitudes altruistas, y en nuestro caso en particular, que desarrolle la verdadera argentinidad, la verdadera nacionalidad. Aquí es donde actúa la revolución que puso en marcha Juan Domingo Perón, y Eva Perón, origen del movimiento Nacional Justicialista. Decimos revolución porque instauró la cultura del trabajo, instauró cultura de argentinidad, hizo respirar de orgullo al Ser Argentino, colmó de escudos, de emblemas nacionales, de emblemas peronistas la vida social Argentina. En todo evento público lucía la bandera Argentina con su sol de guerra.
La desaparición del sol de guerra fue un invento de los gorilas. Creemos importante para que las nuevas generaciones conozcan la verdad, afirmar que nuestra bandera en plenitud mostraba en su centro el sol como el símbolo de guerra ¿porqué esgrimía tal emblema? Muy simple. Porque una Nación siempre está expectante para defenderse de los ataques potenciales de aquellos que pudiesen pretender limitarla para apropiarse de su economía y de su soberanía a través de distintas modalidades y de complejos ardides diplomáticos. Cuando el gobierno de Rosas, por ejemplo, esa “picardía diplomática” se instrumentó como la libre navegación de los ríos internos. La respuesta histórica impuesta en ese entonces se la reconoce hoy con el nombre del combate de la Vuelta de Obligado, en San Pedro. Se puede decir que fue la batalla de batallas librada por Lucio Mansilla. Luego con el advenimiento del Movimiento Nacional Justicialista el orgullo de ser Argentino, del ser Nacional se convirtió en una pauta cultural y se implementó desde la educación para que esta pauta fuera difundida por todos los colegios. Ante esta decisión del Gobierno Peronista aparecieron los gorilas declamando que esto era “castrante”.
Para nosotros “castrante” es ser entreguista, castrante es trabajar para el beneficio de países y de grupos del poder internacional contrarios al interés de nuestro pueblo. Eso es “castrante” y humillante. Lo demás es un hecho cultural, son los gestos claros y contundentes de pertenencia de los caudillos a favor del pueblo, son las acciones de Juan Manuel de Rosas, de Lucio Mansilla, de Perón, de Evita y de tantos otros.
Muchos dirigentes se educaron siguiendo las pautas inglesas y norteamericanas como ejemplo. Se jactan ellos de su formación sin darse cuenta que en Inglaterra o EE. UU. no le enseñarán que Bolivia, Paraguay o Argentina son grandes países, y que subyace en Latinoamérica una fuerza latente que está a la espera de su grandeza tal como lo soñó Perón, San Martín y otros caudillos de nuestra América del sur. Por el contrario, van a reforzar el mensaje de que somos un sub-mundo porque aquello de que somos sub-desarrollados no apunta simplemente al hecho económico social. Creemos que apunta a algo mucho más terrible que por supuesto se cuidan muy bien de no decirlo y es que nos consideran una sub-raza. Es la intencionalidad de “ellos” y que por supuesto no lo lograron ni lo van a lograr. Es allí donde volvemos a reafirmar el sol emblemático de nuestra bandera que pone en alerta a quien lo intente.
Por otra parte el hecho cultural del advenimiento del Movimiento Nacional Justicialista produjo el 17 de Octubre de 1945, no había una pauta en la educación o en la información de este posible acontecimiento. Pero surgió indetenible el movimiento popular más importantes de los últimos tiempos. Surgió porque había una corriente subterránea de comunicación entre el pueblo y los caudillos de las grandes causas nacionales y además, porque los ideales existen y buscan la luz de la realidad. Esta es la causal de aquel 17 de Octubre. También creemos que apareció un 17 de Octubre porque existieron caudillos de la talla de Don Juan Manuel de Rosas, de José de San Martín, de Manuel Belgrano, porque existieron tantos héroes es que estos pensamientos de libertad, esta búsqueda sublime de nacionalidad y de argentinidad, están latentes. A veces no se ven, no aparecen en la pantalla de TV. no están en los programas de mayor audiencia, no aparecen en la música extranjerizante, pero están, permanecen y se manifiestan en cada latir Argentino.
Cuando viajamos al interior, en nuestras provincias, también en el interior de la provincia de Buenos Aires, podemos ver a los paisanos, a los lugareños, que viven un hecho cultural que es por ejemplo no robar. Es común ver como dejan sus vehículos en marcha al descender. También es frecuente la actitud solidaria frente al que tuvo algún percance en el camino. Ahora bien, ¿por qué ocurren estás cosas? Es simple: porque existe la pauta cultural de la solidaridad. La educación sirve para saber dos o más idiomas, para conocer geográficamente una región, un país, para operar una computadora. Esto de por sí es importante si es utilizado para hacer el bien, pero puede ser negativo si es utilizado a título personal, para traicionar a los otros, para despreciar lo argentino, y así convertirse en un cipayo, en un entreguista. Muchas veces los hechos de traición y de cobardía se disfrazan de pragmatismo. También a estas actitudes miserables y perversas se las viste de levita, se las adorna según los dictámenes de la más costosa moda y se las aromatiza para disimular el olor nauseabundo de la falta de fraternidad, de la cobardía, de la traición y de la entrega.
En síntesis, entre unitarios y federales, entre peronismo y anti-peronismo podemos obtener la diferencia más importante entre educación y cultura. Se podría decir que más educados fueron los unitarios, pero quienes realmente tenían cultura fueron los federales. Podemos decir que en la historia de mediados del siglo anterior de nuestra Argentina los más educados fueron los anti-peronistas, los de la Revolución Libertadora. Pero los que indudablemente tenían cultura fueron los compañeros peronistas. Las consecuencias de todo esto saltan a la vista con el análisis más elemental de nuestra historia.


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