jueves, 27 de septiembre de 2012

Capitulo 16 - Destino y Trascendencia


Destino y Trascendencia:..................................181
Destino y Trascendencia
Cuando hacíamos notar que el Gral. Perón afirmaba que cada hombre es artífice de su propio destino, estábamos esbozando la firme creencia que nosotros con nuestras actitudes, con nuestras acciones podemos modelar nuestro destino, nuestro porvenir. El destino de una Nación, no es otra cosa que la sumatoria de los destinos particulares, del esfuerzo colectivo a partir de cada individualidad, a partir de nuestro propio esfuerzo.
El destino no es un lugar frío, intrascendente al que llegamos con el mero transcurrir del tiempo. El destino, podríamos decir, son aquellos eventos, aquellas situaciones que vamos a vivir en el futuro como resultante del esfuerzo que realicemos en el presente. El destino se construye con nuestros pensamientos, con nuestras acciones. De la mano del discernimiento podemos optar por un destino de grandeza, de gloria o simplemente abrazar un estado de mediocridad.
El destino son todos aquellos eventos, todos aquellos estados interiores y materiales, es la resultante histórica de las acciones que vayamos a realizar. Argentina tuvo en muchas ocasiones destinos gloriosos porque hubo próceres, mártires y prohombres que trabajaron denodadamente para que la Nación se abra camino y construya su propia historia.
Las nuevas generaciones tienen que estar a la altura de estas circunstancias, deben generar acciones de profundo altruismo, de profunda honestidad y misticismo. Debemos realizar eventos, acciones que nos permitan abrazar un horizonte de grandeza para que nuestra Nación tenga el destino que merece. Al decir el destino que merece nos estamos refiriendo a la proyección de nuestra Nación como una de las más importantes de la humanidad. Como Nación debemos generar y aportar conocimientos que eleven la condición humana. No vayamos a la cola del tren sino a la cabeza y por encima de los movimientos que hagan progresar a la humanidad. Entendemos por progreso no solamente a los adelantos técnicos y científicos sino a las realizaciones interiores, a la capacidad de brindarse a todos los sentimientos que vayan más allá de las coyunturas circunstanciales y terrenas. En síntesis, nuestra Nación tiene un destino y ese destino lo vamos a construir diariamente con esfuerzo, con disciplina y con sacrificio.
Creemos en el futuro y creemos que podemos dejar una herencia para nuestros hijos, y para las generaciones futuras. En el caso de nuestra Argentina el mejor destino de grandeza que nos aguarda es plasmar en el mundo de los estados y en el mundo político los preceptos de la doctrina de nuestro Movimiento Nacional Justicialista porque sabemos que son las premisas doctrinarias las que encierran la llave de la liberación nacional, del progreso hacia una sociedad más justa y solidaria.
Tenemos que trabajar en la conciencia de que nada nos será prestado. La gloria no va a ser prestada ni regalada. Vamos a tener que construirla de cara a nuestro propio esfuerzo, de cara a nuestra propia renunciación, de cara a nuestra propia capacidad de trabajo, sin miedo al porvenir ni a los desafíos. Así podremos generar condiciones mucho más favorables para el desarrollo de nuestras vida y de las generaciones venideras.
Si no abrazamos ideales de sacrificio, de entrega y de altruismo se nos va a complicar el panorama de nuestro futuro. Si por el contrario, decidimos optar por la gloria, por la grandeza, por volar más allá de las miserias humanas, nuestra Nación va a tener el destino que merece. No seremos los primeros que realicemos el esfuerzo. Nuestros próceres, nuestros mártires ya lo hicieron. Nosotros, de alguna manera, hemos gozado los beneficios y la gloria de la Nación. Por lo que debemos estar a la altura que las circunstancias nos exigen. Nuestra generación tiene un desafío por delante, tenemos que cumplirlo con las mejores actitudes.
El tema del destino no es una caja cerrada donde todo está designado, donde el fatalismo histórico impera. El destino es una puerta abierta a las realizaciones y a los esfuerzos que cada uno de nosotros como pueblo tenemos que realizar para que nuestra Nación brille en un porvenir mejor. Podemos decir que van a ser muchas las dificultades que tenemos que vencer, esencialmente el incorrecto sentido de la modestia y el incorrecto sentido de la ambición. Están mal las ambiciones desmedidas, las ambiciones que se forjan utilizando la buena voluntad de los demás. Pero las ambiciones que nos conducen hacia la realización, a la superación, a protagonizar los cambios históricos son ambiciones a las que debemos darles la bienvenida y a las que debemos abrigarlas, albergarlas firmemente en nuestro interior para que así, de cara a los tiempos, podamos trabajar por un porvenir mejor. No temamos, ya que el temor es un mal consejero. El temor nos conduce a acciones mediocres, a acciones de tristeza, de depresión, de conformismo. Cuando es capaz de concebir objetivos de gloria, trascendentales es cuando el hombre se agiganta.
El hombre no puede vivir lo que no concibe. Ciertos pensamientos y ciertas imágenes que comienzan como un juego se convierten, con el pasar del tiempo, en una abrumadora realidad. Por esto cuidémonos muy bien de las imágenes que forjemos en nuestra mente, cuidémonos muy bien de lo que pensamos, de lo que queremos como Nación. Estos pensamientos tienen una suerte de vida propia. Si nos equivocamos y forjamos pensamientos endebles, egoístas podemos tener un destino muy pobre, muy miserable. No temamos, avancemos decididamente hacia nuestros mejores pensamientos, hacia nuestras imágenes más nítidas, hacia nuestras mejores y más profundas ambiciones. De esta manera vamos a actuar en consecuencia.
Para que un pensamiento y una acción puedan ser consideradas buenas no solamente deben tener la lógica carga de bondad y de propósito correcto, sino que también y esencialmente deben contener un sentido claramente abarcativo. Es decir, que para que podamos definir a una acción o pensamiento como bueno, no pueden estar destinados a una sola persona o a un solo grupo sino que deben tener un profundo sentimiento comunitario.
El pensamiento es el principio de la acción. En la medida que pensemos con claridad, con concentración y contundencia, el destino material y espiritual tendrá mayores posibilidades de plasmarse como realidad. En la medida que seamos capaces de concebir realizaciones positivas, acciones gloriosas, éstas se van a aproximar a nosotros y nosotros a ellas.
No creemos en el fatalismo político, no creemos en que el destino del hombre esté prefijado al margen del poder de la voluntad y del libre albedrío que cada uno posee. Creemos sí, que nosotros, con nuestras acciones, con nuestros pensamientos, con nuestra intencionalidad, con nuestras determinaciones trazamos el horizonte de nuestro futuro. Así también lo hacen los pueblos y lo hacen las naciones.
Si abrevamos en los sentimientos de nuestros próceres, de nuestros héroes, de nuestros mártires, podemos apreciar que existe la posibilidad concreta y latente de un futuro y de un destino mejor.
Con esfuerzo y esperanza vayamos a él.
Nos sentimos agradecidos por poder redactar estas líneas, pero no deseamos finalizar sin intentar compartir nuestros sentimientos y pensamientos más caros. Estos íntimos pensamientos tienen que ver con la total certeza que nuestro SER tiene sobre la existencia de DIOS; DIOS al que, bajo nuestra limitación, lo percibimos como ILIMITADO AMOR.
Podemos llamarlo DIOS, JEHOVÁ, EL UNO, EL ABSOLUTO, BRAHMA, etc.
Más allá de la forma está la VERDAD con su ropaje de luz y sabiduría, EL BIEN EXISTE Y A ÉL LE DEBEMOS FIDELIDAD.

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