jueves, 27 de septiembre de 2012

Capitulo 11 - El Imperativo Justicialista

El Imperativo Justicialista

Queremos hacer referencia a aquellas tres banderas históricas del Peronismo pues consideramos que hoy tienen tanta o más vigencia que cuando el General Perón las lanzó a la luz política y social de nuestra Nación. Nos estamos refiriendo a estas tres banderas históricas del Peronismo: la independencia económica, la soberanía política y la justicia social.
Nuestra primera consideración al respecto es que todos los pueblos, todas las Naciones que fueron y son grandes, de alguna manera, abrazaron estos tres conceptos. Es decir que la primera consideración, es que estos tres conceptos tienen un carácter universal en la historia, en el desenvolvimiento y en el desarrollo de todas las naciones del mundo, máxime aún en nuestra particular historia. Nos referimos a la independencia económica, a la soberanía política y la justicia social.
La segunda consideración es preguntarnos ¿Puede existir soberanía política sin independencia económica?. La respuesta es clara: ¡No!, porque es el desarrollo económico el que sustenta la actualidad y el porvenir de un pueblo.
Si nosotros tratamos de vislumbrar un horizonte de desarrollo y de evolución de nuestra Nación tenemos que poner, sin duda, el acento en nuestra independencia económica.
No compremos falsas antinomias como aquella de «campo o industria» o su reverso «industria si, campo no». Realicemos una lectura mucho más simple de la realidad. Es como cuando una familia, o un individuo para solucionar sus problemas económicos hecha mano a aquellos recursos que tiene más al alcance de su realidad.
En este sentido, si nuestra geografía es generosa y tenemos mares donde la pesca no es explotada por nuestra nación en las dimensiones que debería ser explotada, explotémosla, hagámoslo con decisión y de inmediato. Si tenemos campos donde no necesitamos alimentos balanceados para nuestro ganado debido a las inmensas llanuras y a las pasturas que crecen naturalmente y con generosidad, tendríamos que desarrollarlo muchísimo más aún. Así con otros recursos naturales que nuestra país ostenta, esto no implica darle la espalda al desarrollo industrial. Por el contrario, implica seguir los pasos naturales para que nuestra economía sea cada vez más fuerte y más sólida.
Pudimos apreciar el fenómeno de «la vaca loca» y el mal que acarrea en el ganado vacuno a nivel mundial. La extensión de este mal de «la vaca loca» que se produce esencialmente por ingerir alimentos balanceados que tienen distintos componentes hormonales, distintos componentes artificiales que ataca al cerebro del animal y produce este mal. Los seres humanos que consumen esta carne se verán severamente afectados peligrando directamente sus vidas. De manera que el consumir este alimento implicaría en el ser humano la muerte segura. En nuestro país la denominada vaca loca no es una amenaza porque nuestros animales no necesitan alimentos balanceados y artificiales por la fertilidad de la pastura de nuestros campos, es un momento favorable para desarrollar este sistema.
También observamos en la actualidad una explosión, un importante desarrollo del turismo. Bien, hagamos del turismo una industria, no solamente para los países limítrofes, sino también para Europa y los países del norte. Tenemos parques nacionales que fueron declarados reservas mundiales, patrimonio de la humanidad, como el Perito Moreno y otros. Esto no implica, insistimos, que no desarrollemos nuestra industria, lo que si está claro es que tenemos que abrazar como un desafío concreto y constante la independencia económica, porque careciendo de ella obviamente vamos a depender del extranjero, de otros países, de organismos internacionales, etc.. Será muy difícil que ellos solucionen nuestros propios problemas, pues la vida de un pueblo, de una Nación, lo dijimos constantemente, es igual o similar a la vida de un individuo.
Cada uno de nosotros cargamos con nuestras propias responsabilidades y cargamos con el peso ineludible e intransferible de nuestro propio destino y de nuestras propias decisiones.
Trabajemos sobre la independencia económica para luego y en el transcurso del tiempo, al ir desarrollándola y concretándola podamos al fin, abrazar la soberanía política.
La soberanía política es, ni más ni menos que la capacidad que tiene una Nación para tomar su propias decisiones políticas con respectos a los pasos a seguir de acuerdo a sus necesidades en el transcurso de la historia al margen de las influencias foráneas, al margen de las exigencias de los grupos internacionales de poder. Pero ¿cómo vamos a ganar esta soberanía política si no resolvemos el tema de la deuda Argentina con los organismos internacionales?, deuda, por otra lado imposible de pagar y que compromete, y además hiere de muerte el gran proyecto Argentino que es el de una Patria grande y un pueblo feliz. Insistimos con este punto, primero es la independencia económica y luego, por peso específico se producirá la soberanía política.
La tercera de aquellas grandes verdades, de aquellas grandes banderas históricas del Peronismo que esbozó el General Juan Domingo Perón se basó en una realidad que trasciende la coyuntura histórica y se convierte en un perfil intransferible de cualquier pueblo o Nación. Casi por añadidura estas tres banderas están unas sujetas a las otras de manera indivisible y esta es la justicia social.
Volvemos a la metodología que empleamos anteriormente, ¿cómo habrá justicia social si no tenemos independencia económica, si estamos endeudados y nuestros escasos recursos tienen que pagar intereses a niveles de usura a la banca internacional?. Por ende, las medidas políticas que se toman son para cumplir estos compromisos internacionales. Es lógico, se desprende con el ejercicio del sentido común, de que la justicia social no puede ser efectiva, no puede practicarse en toda la Nación comprometida en el sentido económico.
La justicia social no es el ejercicio del voluntarismo. Implica fondos, recursos, implica una acción política que se concreta con inversiones y con acciones decididas. La justicia social bien entendida no implica solamente asistir con alimentos, ropa y calzado al necesitado, aunque esta es una etapa necesaria. La justicia social, es la igualdad de posibilidades que tienen los hijos de la Nación al margen del nivel social, del nivel económico de los cuales provengan.
La justicia social no es asistencialismo ni es alcanzar alimentos o medicación. Por supuesto que asistir a los que necesitan es una obligación del Estado, y de la sociedad toda que, además de asistir y colaborar, realiza de esta manera un ejercicio concreto de solidaridad y fraternidad.
Pero la justicia social, decíamos, abarca la formación de los individuos y exige o conlleva el derecho inalienable de un futuro con igualdad de posibilidades entre todos aquellos que conforman nuestra comunidad, y que la diferencia de posición económica y de status social, de profesión, desenvolvimiento y desarrollo de los padres no afecte, o afecte lo menos posible las perspectivas que nuestros hijos puedan tener.
Tal vez sea este el máximo y el más profundo sentido de justicia social: que nuestros hijos estén contenidos en las mismas posibilidades para concretar su destino a través de las escuelas, de la formación que esencialmente debe inculcarles los ideales apropiados para que se desarrollen y se desenvuelvan.
En este caso podemos recordar la acción históricamente llevada adelante por Evita cuando se construía un hospital para franjas necesitadas del pueblo, este debía tener la característica de un sanatorio de primera línea. No era un paliativo, no era un centro periférico. No lo decimos peyorativamente sino que lo decimos en el sentido del equipamiento y de la relevancia clínica. Cuando se construía un hospital para el pueblo, para los hijos de esta tierra, debía tener, según las directivas concretas de Evita, el mejor desarrollo tecnológico vigente en el país y las mejores de las atenciones, es decir excelencia y dignidad en su infraestructura, para que así la justicia social sea un hecho concreto y no una acción meramente enunciativa.
Volvemos a insistir en la realidad. Hoy vemos que la independencia económica, la soberanía política y la justicia social son tres banderas que tenemos que abrazar con tanta intensidad como en aquellos años, con el agravante que el tiempo pasa, y el mundo ha creado mecanismos de interrelación mucho más agudos, mucho más crueles en todos los sentidos.
El control del norte al sur, de los países desarrollados a los países no desarrollados es una relación que está ya esquematizada, que está digitada, manipulada. La patraña del F.M.I. de otorgarnos créditos para pagar los intereses de la deuda anterior pasará a engrosar el capital que adeudamos. Estos intereses seguirán acumulándose y acrecentándose. Volverán a darnos otro crédito para que saldemos nuevos intereses retrasados. En síntesis pagamos, pagamos y siempre debemos y deberemos porque así lo dispuso el poder mundial. Nuestro bosquejo de deuda, siempre es mayor y nuestra capacidad de pagar los intereses cada vez esta más mellada.
No habrá jamás soberanía política y mucho menos habrá independencia económica y la justicia social brillará por su ausencia debido a que se impone desde afuera esta austeridad indebida, austeridad entre comillas, ajustes que significan menor trabajo y remuneración magra.
Miremos la realidad económica de estos tiempos donde las empresas de automóviles por ejemplo se radican en países donde los derechos sindicales son más primarios, donde los salarios son más elementales. Donde no existen los más básicos derechos para los trabajadores, produciendo además índices inusitados de desocupación. Los países poderosos siguen acrecentando su capital que transformados en créditos para los países subdesarrollados y que sumados a los intereses hunden a estos a una pobreza fatídica de imprevisible envergadura.
La realidad es que nosotros vamos a producir capital para que después nos lo presten a cifras de usura. En síntesis tenemos que trabajar en nuestro propio proyecto económico. Serán nuestras propias fábricas, nuestro propio desarrollo a través del agro, a través de la pesca, a través del turismo, etc., porque sólo con el crecimiento interno y su más estricta defensa es posible aventurar para nuestra república un futuro mejor.
La vigencia de las tres banderas históricas del Peronismo están hoy más presentes que nunca: la independencia económica, la soberanía política y la justicia social. Decimos todo esto y tal vez se nos ocurra decir que pasa con aquello que decía el Gral. Perón que «el año 2000 nos va a encontrar unidos o dominados». Creemos que esencialmente son frases que esbozó Perón, a nuestra modesta interpretación, como un cachetazo a cierta indiferencia, como un estímulo a cierta apatía en la que a veces ciertos pueblos suelen caer a lo largo de su historia. Fue aquello de «levántate y anda», aquello de «nosotros podemos ser Nación», es aquello de decir «¿qué destino como argentinos vamos a elegir»?.
Creemos que estamos más cerca teniendo en cuenta ciertas coordenadas internacionales, que la dominación está más al alcance de la mano que la unidad. Pero esto es simplemente una sensación de ciertos males por los que los países subdesarrollados pasan y viven.
Nosotros no podemos renunciar a los ideales, no podemos renunciar a las utopías, no podemos renunciar a nuestro destino de grandeza. Sería un golpe muy duro para todos los prohombres, para San Martín, para Rosas, para Perón, para Evita, para todos los caudillos, para todos los líderes, para todos los héroes y para todos los mártires, pensar y aceptar la dominación y la condena de la pobreza como un hecho irreversible, sin solución.
Recordemos aquello que decía el poeta «todo lo incurable tiene cura cinco segundos antes de la muerte». Los cambios son posibles y la evolución es una realidad. Las mejoras son posibles en la medida que nosotros las podamos concebir con fe y con disposición para el trabajo y la disciplina. Pensemos en la realidad de una independencia económica. Pensemos que esto acarreará como consecuencia la soberanía política, de cuyo efecto surgirá la justicia social que Argentina merece, que nuestro pueblo merece y así abrazar el destino que nuestros prohombres soñaron para nuestra Nación.
No pensemos que estaremos eternamente estancados en una situación adversa, en un momento gris de nuestra historia. Los imperios llevan sobre sus hombros, en muchas ocasiones, la gloria de sus batallas, de haber podido manifestarse como imperio, a través de guerras, a través de la disciplina y el trabajo. También los imperios llevan en si mismos el germen de la destrucción, llevan en sí mismos el germen del fin, como todo proceso humano que tiene inexorablemente principio, desarrollo y fin.
Nosotros tenemos que afianzar nuestra propia conducta, tenemos que afianzar nuestros propios proyectos, tenemos que tener una dosis inconmensurable de fe.
No caigamos en el error de querer hacer un cambio en un año o dos, o en cinco años. Ojalá que el cambio para el mejoramiento de nuestro país, se realice en siete minutos, en siete días o en siete meses o en siete años. No importa el tiempo que este ideal nos demande. El tema es que trabajemos no solamente para nosotros sino para los que nos siguen e igual que en una batalla, llevemos la bandera hasta donde nosotros la podamos llevar, teniendo plena conciencia que detrás viene alguien para levantarla y continuar el camino. Consideramos que la fe tiene que estar pero no tengamos una fe pusilánime. Tengamos una fe arrolladora, una fe concreta.
No tengamos miedo, como siempre decimos, a ser protagonistas. Pensemos en el desarrollo de la independencia económica hoy más que nunca. Parece mentira que la economía esté tan de la mano de la cultura porque no tenemos independencia económica o no la hemos logrado por un problema de subordinación cultural, de dependencia cultural.
Tenemos que pensar que vamos a poder realizar la independencia económica, la soberanía política, la justicia social si nos atrevemos a ser nosotros mismos. Atrevernos a ser nosotros mismos implica una opción muy grande, disculpando la redundancia, una opción hacia nosotros mismos como seres capaces de protagonizar, de ser, como seres e individuos capaces de montarnos en nuestro propio destino y avanzar.
Este es el desafío del Peronismo históricamente hablando, un desafío que aún hoy está presente y que nosotros si nos decimos Peronistas tenemos que llevar adelante. Es el desafío que Perón y Evita esbozaron para nuestra república. Tenían una causa anterior que es la de San Martín a la que se suma Juan Manuel de Rosas. Junto a ellos una legión de héroes, de próceres y mártires que dieron su vida para nuestro país sea una realidad.
El desafío como justicialistas fue y es, ser nosotros mismos, fue y es, peronizar al país, peronizar nuestros pensamientos, peronizar nuestra conducta, peronizar nuestras fábricas, peronizar nuestros campos y pensar que una Argentina potencia puede ser una realidad que tenemos que concebirla. Si la concebimos con fe y con trabajo esta realidad se va a concretar. Si buceamos en el espíritu del pensamiento de Perón y de Evita, y también en el de nuestros próceres y héroes vamos a encontrar que la intencionalidad última fue defender la sustancia, el alma de nuestro pueblo, fue construir una Nación y hacerla poderosa. 
No habrá felicidad para el pueblo si nuestra Nación no está desarrollada, si nuestra Nación no está en capacidad de tener independencia económica, soberanía política y por supuesto justicia social. Éste es el desafío, esto es lo que tenemos que transmitir con impresos, de boca en boca, con libros, con sentimientos. En este sentido destacamos el testimonio fílmico de Leonardo Favio: «Perón, sinfonía de un sentimiento», que expresa el pulso, el sueño y la pasión que el peronismo insufló a la Patria.

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